Ella lleva los ojos vendados. El resto ejecutan palmas, muecas y saltos, girando a su alrededor. La joven extiende sus brazos y corre a oscuras tratando de atrapar a alguien.
Ellos esquivan las embestidas riendo y gritando a lágrima viva.
En una imprevisible trayectoria, la mujer choca con uno de los enfermos. Lo tiene aferrado por las mangas del uniforme.
- Te tengo!.-Exclamó Merceditas. Eres..eres...
Y palpando sus ropas y el rostro devorado por la medicación, dijo:
- Eres Eusebio!
Y el hombre, con aquella mueca imposible, acertó a vocalizar.
- Yo ya no sé quien soy.
Y se hizo el silencio en el patio de recreo.
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